JOSÉ MARÍA EGUREN
LA SANGRE
El mustio peregrino
Vió en el monte una huella de sangre:
La sigue pensativo
En los recuerdos claros de su tarde.
El triste, paso a paso,
La ve en la ciudad, dormida, blanca,
Junto a los cadalsos,
Y al morir de ciegas atalayas.
El curvo peregrino
Transita por bosques adorantes
Y los reinos malditos,
Y siempre mira las rojas señales.
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