JOSÉ EUSEBIO CARO
HÉCTOR
Al sol naciente los lejanos
muros
de la divina Troya resplandecen;
los Griegos a los Númenes ofrecen
sobre las aras sacrificios puros.
Abrese el circo: ya sobre los duros
ejes los carros vuelan, desaparecen;
y al estrépito ronco se estremecen
de la tierra los quicios mal seguros.
Al vencedor el premio merecido
otorga Aquiles: el Olimpo suena
con el eco de triunfo conmovido.
¡Y Héctor, Héctor, la faz de polvo llena,
en brazos de la muerte adormecido,
yace olvidado en la sangrienta arena!
de la divina Troya resplandecen;
los Griegos a los Númenes ofrecen
sobre las aras sacrificios puros.
Abrese el circo: ya sobre los duros
ejes los carros vuelan, desaparecen;
y al estrépito ronco se estremecen
de la tierra los quicios mal seguros.
Al vencedor el premio merecido
otorga Aquiles: el Olimpo suena
con el eco de triunfo conmovido.
¡Y Héctor, Héctor, la faz de polvo llena,
en brazos de la muerte adormecido,
yace olvidado en la sangrienta arena!
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