Σάββατο 23 Μαρτίου 2019

Ο ΓΟΥΙΛΛΙΑΜΣ ΜΕΤΑΦΡΑΖΕΙ ΤΣΟΥΜΑΣΕΡΟ



ALÍ CHUMACERO


EL VIAJE DE LA TRIBU

Otoño sitia el valle, iniquidad
desborda, y la sacrílega colina al resplandor
responde en forma de venganza. El polvo mide
y la desdicha siente quien galopa
adonde todos con furor golpean:
prisionero asistir al quebrantado círculo
del hijo que sorprende al padre contemplando
tras la ventana obstruida por la arena.
Sangre del hombre víctima del hombre
asedia puertas, clama: "Aquí no existe nadie",
mas la mansión habita el bárbaro que busca
la dignidad, el yugo de la patria
interrumpida, atroz a la memoria,
como el marido mira de frente a la mujer
y en el cercano umbral la huella ajena apura
el temblor que precede al infortunio.

Hierro y codicia, la impotente lepra
de odios que alentaron rapiñas e ilusiones
la simiente humedece. Al desafío ocurren
hermano contra hermano y sin piedad
tornan en pausa el reino del estigma:
impulsa la soberbia el salto hacia el vacío
que al declinar del viento el águila abandona
figurando una estatua que cayó.

Volcada en el escarnio del tropel
la tarde se defiende, redobla la espesura
ante las piedras que han perdido los cimientos.
Su ofensa es compasión cuando pasamos
de la alcoba dorada a la sombría
con la seguridad de la pavesa: apenas
un instante, relámpago sereno cual soldado
ebrio que espera la degradación.

De niños sonreímos a la furia
confiando en el rencor y a veces en la envidia
ante el rufián que de improviso se despide
y sin hablar desciende de la bestia
en busca del descanso. El juego es suyo,
máscara que se aparta de la escena, catástrofe
que ama su delirio y con delicia pierde
el último vestigio de su ira.

Vino la duda y la pasión del vino,
cuerpos como puñales, aquello que transforma
la juventud en tiranía: los placeres
y la tripulación de los pecados.
Un estallar alzaba en la deshonre
el opaco tumulto y eran las cercanías
ignorados tambores y gritos y sollozos
a los que entonces nadie llamó "hermanos".

Al fin creí que el día serenaba
su propia maldición. Las nubes, el desprecio,
el sitio hecho centella por la amorosa frase,
vajilla, aceite, aromas, todo era
un diestro apaciguar al enemigo,
y descubrí después sobre el naufragio tribus
que iban, eslabones de espuma dando tumbos
ciegos sobre un costado del navío.

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THE WANDERINGS OF THE TRIBE

Autumn surrounds the valley, iniquity
overflows, and the hill sacred to splendor
responds in the form of a revenge. The dust measures
and misfortune knows who gallops
where all gallop with the same fury:
constrained attendance on the broken circle
by the son who startles his father gazing
from a window buried in the sand.
Blood of man’s victim
besieges doors, cries our: "Here no one lives,"
but the mansion is inhabited by the barbarian who seeks
dignity, yoke of the fatherland
broken, abhorred by memory,
as the husband looks at his wife face to face
and close to the threshold, the intruder
hastens the trembling that precedes misfortune.

Iron and greed, a decisive leprosy
of hatreds that were fed by rapine and deceits
wets the seeds. Brother against brother
comes to the challenge without pity
brings to a pause its stigma against the kingdom of pity:
arrogance goads the leap into the void
that as the wind dies the eagles abandon
their quest like tumbled statues.

Emptied upon the mockery of the crowd
the afternoon defends itself, redoubles its hide
against stones that have lost their foundations.
Her offense is compassion when we pass
from the gilded alcove to the somber one
with the fixety of glowing coals: hardly
a moment, peaceful light as upon
a drunken soldier awaiting his degradation.

We can smile later at our childish furies
giving way to rancor and sometimes envy
before the ruffian who without a word taking leave
descends from the beast
in search of surcease. The play is his:
mask quitting the scene, catastrophy
overtaking love with its delirium and with delight
looses the last remnant of its fury.

Came doubt and the lust for wine,
bodies like daggers, that transform
youth to tyranny: pleasures
and the crew of sin.
A bursting rain of dishonor
a heavy tumult and the nearnesses
were disregarded drums and cries and sobs
to those whom no one calls by the name of "brother".

At last I thought the day calmed
its own profanities. The clouds, contempt,
the site made thunderbolts by love’s phrases,
tableware, oil, sweet odors, was all
a cunning propitiation of the enemy,
and I discovered later floating over
the drowned tribes, links of foam tumbling
blindly against the sides of a ship.


Μετάφραση: William Carlos Williams.




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