FEDERICO GARCÍA LORCA
El MADRIGAL TRISTE DE LOS OJOS
AZULES
El madrigal que yo hiciera a
tus ojos
Tendría la humildad y el
sentimiento
Que tienen los rebaños en las
tardes
Dormidas y nublosas del
invierno.
La castidad ignoraba de las
aguas,
El perfume del trigo bajo el
cielo
Profundo de las noches de
verano,
La ingenuidad pagana del
incienso
Y el olor de una lluvia muy
lejana
Que llega enmarañado con el
viento.
Eres tan niña que mis
amarguras
Las oyes distraída y
sonriyendo
Con la boca entreabierta y la
mirada
Escondida en tu proprio
pensamiento,
Como si mi pasión llena de
noche
Fuera plata clarísima de
espejo,
Como si mi relato turbio y
hondo
Fuera tomado de algún viejo
cuento.
Tus ojos, miniaturas de los
lagos,
Miran como sumidos en un
sueño,
Rayos de luna son a mi
penumbra,
Cadenas a mis brazos y a mi
acento.
Cada destello azul de tus pupilas
Abre un pozo de amor sobre mi
pecho.
Mas no puedo beber del agua
santa
Aunque me abrasa el sol de los
deseos.
Te ríes de mi canto
gentilmente
Aspirando las rosas de tus
senos,
Sin pensar en el ritmo de mi
canto
Que tiene la humildad y el
sentimiento
De los rebaños en atardeceres
Dormidos y nublosos del invierno.
Tienes el alma intacta, adormecida,
Y por eso tus ojos están muertos.
Desconoces el beso y la
inquietud.
No has derramado espíritu por
ellos.
Cuando sepas de amor comprederás
La tristeza divina que ahora
tengo,
Tristeza de claveles
andaluces,
De olivo añoso y de bordón
sangriento
Que llora la esquivez de tu
mirada.
Ojos azules que os abrís tan
lejos,
Llenos de nieve y de azucenas
mustias,
De los míos pasionales negros,
Que saben de saetas y de
noches
Junto al mar bajo los
limoneros.
Quebraré mi pasión contra una estrella.
Ante ti he de guardar hondo
silencio,
Murmurando mi madrigal
doliente
Como un monje que reza en el convento.
Y he de rezar así hasta que
tenga
Paz en el alma, nieve en los
cabellos.
Pero mi amor por ti, mujer
lejana,
Dará su rosa eterna con el tiempo.
Cantará mi paloma mientras
tanto.
La raíz del ciprés quiebre mis
huesos,
Mi madrigal no lo sabréis
nunca,
Ojos azules que mirar no
quiero,
Pero que sin mirarlos dan la muerte
Con el puñal azul de su
recuerdo.
Os cerrará una mano sin saber
Mi tristeza de corazón
enfermo.
Por eso el madrigal que yo os
hiciera
Tendría la humildad y el
sentimiento
Que tienen los rebaños en las
tardes
Dormidas y nublosas del
invierno.
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