VICENTE GERBASI
Siempre te encuentro, oigo tu voz
Siempre
te encuentro, oigo tu voz,
en mis horas más secretas, cuando refulgen las
gemas del alma,
como heridas por la luz de los sentidos,
cuando el tiempo me convoca a los acordes del
día,
y enciende en torno a mi ser flores
silvestres;
cuando la noche viene impulsando colores
densos por el cielo,
como batallas del paraíso o anunciaciones
sagradas;
cuando el campo se lamenta en sus animales;
cuando la madre llora y sobre su cabeza
la noche derrama su pesadumbre y el querer
estar a solas;
cuando siento entrar por la ventana,
a la quieta soledad de la tristeza,
el aire de los árboles cercanos.
Tu vida y tu muerte, tuyas para siempre,
como es para sí el sueño que se ahoga en un
pozo perdido,
en mí se juntan y me difunden en la tierra,
en ese instante que se detiene iluminando la
memoria,
igual al relámpago que enciende un horizonte
sagrado,
en el momento en que el día y la noche se
juntan,
plenos de profundidades de lo eterno,
en una densa agitación de oscuros caballos
celestes
que se agigantan para el engendro de un
poderoso enigma,
sobre las montañas, sobre las ciudades
y las frentes pensativas.
Padre de mi soledad.
Y de mi poesía.
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