ANTONIO ALIBERTI
AMANECER
Caminar por las calles, a
cierta hora del día,
cuando el sol es un vidrio
fácil de romper,
es como rozar un sueño con
el hombro.
Se siente una pereza de
comienzos del mundo,
el viento que levanta la paz
de los abismos…
y un río transcurre suave
por las venas.
El ojo es veloz en el
asfalto;
sobre un sitio final del
infinito
una muchacha aleja de su
cuerpo,
con agua fresca, el rubor de
la noche.
Yo cuido un absurdo rebaño:
una muchedumbre de palabras
afinadas,
alguna idea morbosa de
conquista…
(conquistar el aire por
ejemplo,
abordar con un beso la boca
del planeta,
alcanzarle un vaso de agua a
la cara del verano)
y sueño que se mueren las
sombras,
como mueren los buitres, en
soledad.
Caminar por las calles, a
cierta hora del día,
es como rozar el viento con
el alma.
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