ALFONSO CALDERÓN
HELENA
Troya, tal vez. La llama se
aviva
y tú, Helena, guardas silencio.
Se agotan los soldados. Cruje
el pestillo de la puerta y las sillas
son viejos pensamientos. De nuevo
te amo, Helena. Las alas de un pájaro
saludan a1 Ponto Euxinos. Humo, ruido,
hollin, vienen las naves que un día
habrán de destruirte. Príamo tose
sofocado por el humo. Deseo que la tierra
me trague y tú, triste y sola, gris
y envejecida, pones la mesa para un rey,
que jamás volveré a ser yo, sino el vil
Paris. Quizás mi canto ha de hacerte
llorar, un día, Helena. Sin ti,
solo como un perro, percibo el mar lejano.
y tú, Helena, guardas silencio.
Se agotan los soldados. Cruje
el pestillo de la puerta y las sillas
son viejos pensamientos. De nuevo
te amo, Helena. Las alas de un pájaro
saludan a1 Ponto Euxinos. Humo, ruido,
hollin, vienen las naves que un día
habrán de destruirte. Príamo tose
sofocado por el humo. Deseo que la tierra
me trague y tú, triste y sola, gris
y envejecida, pones la mesa para un rey,
que jamás volveré a ser yo, sino el vil
Paris. Quizás mi canto ha de hacerte
llorar, un día, Helena. Sin ti,
solo como un perro, percibo el mar lejano.
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