JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI
EMOCIONES DEL HIPODROMO
Una yegua alazana cabriola y se encabrita
con una travesura juguetona e infantil
de niña adolescente, elegante y bonita,
enferma de disfuerzo, de jaqueca y de esplín.
Tiembla bajo su rubia dermis una infinita
nerviosidad absurda, fugaz y señorial.
Y un estremecimiento de coqueta le agita
desordenadamente los rizos de la crin.
Esta yegua se encuentra casi civilizada.
Vive plácidamente, cómoda y regalada;
tiene ayuda de cámara, médico y manicure;
amor le han prohibido por ser cosa dañina;
la intoxica el arsénico en vez de la morfina;
y registra su estado civil el Jockey Club.
Una yegua alazana cabriola y se encabrita
con una travesura juguetona e infantil
de niña adolescente, elegante y bonita,
enferma de disfuerzo, de jaqueca y de esplín.
Tiembla bajo su rubia dermis una infinita
nerviosidad absurda, fugaz y señorial.
Y un estremecimiento de coqueta le agita
desordenadamente los rizos de la crin.
Esta yegua se encuentra casi civilizada.
Vive plácidamente, cómoda y regalada;
tiene ayuda de cámara, médico y manicure;
amor le han prohibido por ser cosa dañina;
la intoxica el arsénico en vez de la morfina;
y registra su estado civil el Jockey Club.
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