MARTÍN ADÁN
SONETO A LA ROSA 4
La
rosa que amo es la del prudente,
la de sí misma, al aire de este mundo,
porque lo que es, en ella, lo confundo,
con lo que fui de cuerpo y no de mente.
Si en la de alma espanta el vehemente
designio sin deseo y sin segundo,
en esta vence el incitar jocundo
de un ser cabal, deseado, competente.
Así, el engaño y el pavor queridos
cuando la rosa que movió la mano
golpea, dentro, al interior humano.
Que obra alguno, divino de pequeño,
que no soy y que sabe, por los sidos
dioses que fui, ordenarme asá el ensueño.
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