OVIDIO ORTEGA
PARÁBOLA DE LA MIGRAÑA
El oído. La sien. El ojo.
El cántaro agobiado por el agua
y su presión de arteria.
Tambores muy adentro.
Tambores en el hueso de la fruta
filtrando desde dentro la descarga
rumbo a la superficie mojada por el fuego.
Llevar bajo la cera del semblante
un coral rojo, un rojo candelabro
de venas palpitantes. Solución:
ceder el pensamiento por un rato.
Pero tampoco el sueño.
Sus turbulencias viajan por el agua
y alcanzan la otra orilla
del cántaro apacible
con la celeridad de cualquier ruido.
Basta una sola onda
—el desliz de la manta—
para volver al punto de partida
y prolongar el fin.
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