HUMBERTO COSTANTINI (1924-1987)
PORTEÑO Y DE ESTUDIANTES
Uno vivió
humillado y ofendido,
se sintió
negro, paria,
risible
minoría,
adventista,
croata,
o bicho
raro.
Uno aguantó
silencios,
miradas
bocayunior,
sonrisas
riverplei
y
condolencias.
Uno sufrió,
mintió,
dijo no es
nada,
se congeló
el amor en un descenso,
honestamente
quiso sacudir su carga.
Uno debió
explicar con voz de tío
que había
una vez un Lauri,
y había un
Guaita,
y había una
delantera,
y había un
sueño dragón y una princesa
y había un
rey Estudiantes de La Plata.
Uno dejó
colgada durante veinte años
la foto de
Zozaya,
porque sí,
porque bueno, por costumbre,
porque le daba
no sé qué sacarla.
Y un día la
sacó
como se sacan
los relojes
viejos,
el diploma
de sexto,
o las
nostalgias
(estaba
desteñida y amarilla,
y en la
pared quedó como
una marca
o un
fantasma).
Uno se fue,
se rechifló
del fútbol,
por
despecho
se volvió
criticón y sociológico;
se dedicó
al latín, al mus, a la política,
al ajedrez,
al sánscrito, a la siesta,
a la
literatura, a Beethoven,
o
simplemente a nada.
Y se
indignó
y habló del opio de los pueblos
y la
revolución
que se
vacía en el vicio de las canchas.
Y aguantó como un hombre,
y vio a su
hijo colgar la foto de Rattín
(justo en
aquella marca)
y lo vio
bostezar
de tanto
cuento viejo y tanto Lauri,
tanta caperucita y príncipe encantado
y tanto rey
Estudiantes de La Plata.
Uno vivió
humillado y ofendido,
se sintió
negro, paria,
risible
minoría,
adventista
o croata.
Entonces,
¿se dan
cuenta
por qué
ando así,
bastante
bien últimamente,
con sonrisa
de obispo
y con dos
alas?
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