IVÁN DIEZ
SONETO
La encontró en el bulín y en otros brazos.
Sin embargo, canchero y sin cabrearse
le dijo al tiburón: hay que rajarse!
el hombre no es culpable en estos casos!
Y quedando bien solo con la mina,
pidió las alpargatas y ya listo,
murmuró, -cual si nada hubiera visto-:
cebate un par de mates, Catalina!
La mina, jaboneada, le hizo caso...
El tipo, saboreándose un buen faso,
la mateó, chamuyando de pavadas...
Y después, besuqueándole la frente,
con toda educación, amablemente,
le fajó treinta y cuatro puñaladas...!
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