NORMA ETCHEVERRY
LA TERNURA
La mujer siempre iba con el
niño detrás, pedaleando con fuerza.
Cada tarde, camino del muelle.
El niño de entonces recuerda. No el hombre que ahora es, sino el niño de antes. Recuerda las tardes del muelle. El mar.
La sombra de los barcos, siempre tan lejos. Y la mirada de la madre, más lejos aún.
Tanto como ahora, cuando nadie sabe donde está. Los ojos y las manos de esa mujer que él puede ver y tocar y, sin embargo, que no sabe, que nadie sabe dónde está.
Algunas veces, el hombre que es, le desea la muerte a esta mujer extraviada, desconocida para siempre.
Pero otras, el niño que va en bicicleta con su madre sólo siente deseos de llorar.
Cada tarde, camino del muelle.
El niño de entonces recuerda. No el hombre que ahora es, sino el niño de antes. Recuerda las tardes del muelle. El mar.
La sombra de los barcos, siempre tan lejos. Y la mirada de la madre, más lejos aún.
Tanto como ahora, cuando nadie sabe donde está. Los ojos y las manos de esa mujer que él puede ver y tocar y, sin embargo, que no sabe, que nadie sabe dónde está.
Algunas veces, el hombre que es, le desea la muerte a esta mujer extraviada, desconocida para siempre.
Pero otras, el niño que va en bicicleta con su madre sólo siente deseos de llorar.
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