ERNESTO SÁBATO
SOBRE HÉROES Y TUMBAS, σελ. 95-97
La extraña instantánea duró acaso un segundo o
dos. Tito echó soda al vermouth, tomó unos sorbos y se sumió en un silencio
sombrío, mirando, tal como era habitual en momentos parecidos, a la calle
Pinzón: mirada abstracta y en cierto modo completamente simbólica, que en
ningún caso condescendería a la real visión de hechos externos. Después volvió
a su tema preferido: ahora ya no había fóbal.
¿Qué se podía esperar de jugadore que se compraban y vendían? Su mirada se hizo
soñadora y empezó a rememorar, una vez más, la Gran Época, cuando él era un
pebete así. Y mientras Martín, por pura timidez, tomaba el vermouth que después
de dos días de ayuno sabía que le haría muy mal, Humberto J. D’Arcángelo le
decía: Hay que amarrocar, pibe. Haceme
caso. Es la única ley de la vida: juntar mucha menega, rifar el corazón,
mientras se ajustaba la raída corbata y estiraba las mangas de su saco rotoso,
corbata y traje que confirmaban que él, Humberto J. D’Arcángelo, era el
riguroso negativo de la filosofía que predicaba. Y mientras de puro bondadoso
lo instaba al muchacho a que terminara el vermouth, le hablaba de aquellos
tiempos, y pronto a Martín le pareció que aquella conversación se desarrollaba
en alta mar. Te estoy hablando del año
quince, pibe, cuando yo iba a la cancha con el tío Vicente. Estábamo en plena
conflagración, en tanto que Martín, mareado y triste pensaba en Alejandra y
en su desaparición en el fiel de Seguel y
Ministro Brin hasta el 23 en que no trasladamo a Bransen y del Crucero ¡eh, Chichín!,
a ver cómo formó el plantel inicial, a lo que Chichín, mirando al techo,
suspendiendo el repasado de su vaso, con los ojos cerrados, después de mover en
silencio los labios (como quien revisa la lección) respondió De lo Santo, Vergara, Cerezo, Priano, Peney,
Grande, Farenga, Moltedo, José Farenga y Bacigaluppi, volviendo en seguida
a su tarea con el vaso mientras Tito decía esato.
Y aunque Racin otuvo el capionato, lo seneise,
que ya perfilábamo el temple salimo cuarto. En el 18 ocupamo el tercer puesto y
en el 19 trinfamo. ¡Eh Chichín! Decí cómo formó el equipo que ganó la copa,
a lo que el otro respondió, después de permanecer un momento en suspenso, con
los ojos cerrados y la cabeza levantada hacia el techo. Ortega, Busso, Tesorieri, López, Canaveri, Cortella, Elli, Bozzo, Calomino,
Miranda y Martín, volviendo en seguida a su tarea, mientras Tito comentaba esato. ¡Qué equipo, pibe! El gran Tesorieri. Nunca hubo ni volverá a haber eh,
un arquero como Américo Tesorieri. Te lo dice Humberto J. D’Arcángelo, que ha
visto fóbal del grande, arreglándose la corbata y mirando hacia la calle
Pinzón con indignación, mientras Martín, mareado, veía como en una
fantasmagoría al viejo don Pancho Olmos hablando sobre la Legión y a Alejandra
acodada sobre la balaustrada de la terraza y la cabeza del comandante Acevedo. Y lo mismo te digo de Pedro Leo Journal, el
famoso calomino, el güin má veló que ha pisado la cancha nacionale, el inventor
de la célebre bicicleta, que luego tanto y tanto han querido imitar. ¡Qué
tiempo, pibe, qué tiempo!, agregó, cambiando el sitio del escarbadientes
del ángulo izquierdo al ángulo derecho de la boca y dirigiendo su mirada a la
calle Pinzón, mientras Martín miraba a Alejandra dormir, observándola como al
borde de un abismo. Pero, decía
D’Arcángelo, lo justo, e lo justo, pibe,
y hay oro en todo lo equipo y un fanático y era ciego para todo lo que no
fuera Boca lo justo, e lo justo, pibe, y
hay oro en todo lo equipo y hay bagayo también en Boca, pa qué no vamo a
engañar. Y ahí tené, sin ir más lejo, al negro Seoane, la célebre Chancha Seoane,
que fue el puntal de lo Diablo Rojo por varia temporada. Te voy a ser sincero,
pibe: el negro Seoane personificaba la clásica picardía criolla puesta al
servicio del noble deporte. Era un cra inteligente y aguerrido, la pesadilla de
lo arquero de su tiempo. ¿Sabe cómo lo caracterizó Américo Tesorieri? El rey
del área enemiga. Y con eso se ha dicho todo. ¿Y Domingo Tarasconi? El gran
Tarasca fue uno de lo grande escore del fóbal amateur. Dueño de un potente sho,
ya lo probó desde la punta derecha, y cuando fue corrido al eje, marcó un
periodo glorioso en el historial del deporte argentino. Pero… y siempre hay un
pero en el fóbal, como decía el finado Zanetta, por el mismo tiempo de Tarasca
brillaba en la acción el gran Seoane, como te decía. Y ahora fijate bien en lo
que te voy a explicar: la línea tenía do ala de modalidade opuesta. La derecha
era académica y jugadora, la izquierda se caracterizaba por su juego eficá y
por un trámite si se quiere poco brillante pero efetista, que se traducía en
resultado positivo. Y a la final, pibe, se diga lo que se diga, lo que se
persigue en el fóbal es el escore. Y te advierto que yo soy de lo que piensan
que un juego espetacular e algo que enllena el corazón y que la hinchada
agradece, qué joder. Pero el mundo e así y a la final todo e cuestión de gole.
Y para demostrarte lo que eran esa do modalidade de juego te voy a contar una
anécdota ilustrativa. Una tarde, al intervalo, la Chancha le decía a Lalín: cruzámela,
viejo, que entro y hago gol. Empieza el segundo jastáin, Lalín se la cruza, en efeto,
y el negro la agarra, entra y hace gol, tal como se lo había dicho. Volvió Seoane
con lo brazo abierto, corriendo hacia Lalín, gritándole: viste, Lalín, viste, y
Lalín contestó sí pero yo no me divierto. Ahí tené, si se quiere, todo el
problema del fóbal criollo.
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