SUSANA
SOCA
NOCHE
Y CRUZ
Por
el camino de una noche mía
anuladora exacta,
entro sin gestos, sin golpear en vano,
en la noche de todos.
Como ninguna pródiga en modos de morir,
cuando en secreto el aloe da renovados zumos
para llegar a innumerables bocas,
cuando el nocturno pecho dentro de mí jadea,
la cruz de la noche entra en la cruz de mis manos
sobrellevada a tientas y de pie.
Es la noche sin tregua, la que busca cien muertos
para aprender hasta qué extremo un solo
agonizante puede respirar.
Cuando persigue el hombre sin cesar al hombre
la misma trampa sirve para el uno y el otro
la misma ausente mano
hace cortar el cuello del lobo y de la tórtola.
Y la rutina ordena
con más rigor que la pasión difunta.
Cuando persigue el hombre en cada sitio al hombre,
a los unos da muertes que no serían la suya,
al uno quita el alma, al otro sepultura.
Una metralla ciega hasta en los muertos cava
y la mano de un niño cuelga de frescos olmos.
En súbito tumulto
se incendia la noche desde adentro.
Se reduce el antiguo lugar para la sombra,
como muros y troncos se parten las tinieblas.
Desaparecen ellas, las casas y los bosques.
Una noche con ojos abiertos para siempre,
ha de seguir en busca de los perdidos párpados.
Ahora es el tumulto
y la cruz de la noche silenciosa,
en la cruz de las manos.
anuladora exacta,
entro sin gestos, sin golpear en vano,
en la noche de todos.
Como ninguna pródiga en modos de morir,
cuando en secreto el aloe da renovados zumos
para llegar a innumerables bocas,
cuando el nocturno pecho dentro de mí jadea,
la cruz de la noche entra en la cruz de mis manos
sobrellevada a tientas y de pie.
Es la noche sin tregua, la que busca cien muertos
para aprender hasta qué extremo un solo
agonizante puede respirar.
Cuando persigue el hombre sin cesar al hombre
la misma trampa sirve para el uno y el otro
la misma ausente mano
hace cortar el cuello del lobo y de la tórtola.
Y la rutina ordena
con más rigor que la pasión difunta.
Cuando persigue el hombre en cada sitio al hombre,
a los unos da muertes que no serían la suya,
al uno quita el alma, al otro sepultura.
Una metralla ciega hasta en los muertos cava
y la mano de un niño cuelga de frescos olmos.
En súbito tumulto
se incendia la noche desde adentro.
Se reduce el antiguo lugar para la sombra,
como muros y troncos se parten las tinieblas.
Desaparecen ellas, las casas y los bosques.
Una noche con ojos abiertos para siempre,
ha de seguir en busca de los perdidos párpados.
Ahora es el tumulto
y la cruz de la noche silenciosa,
en la cruz de las manos.
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