ROSARIO
CASTELLANOS (1925-1974)
AMOR
Sólo la
voz, la piel, la superficie
pulida de las cosas.
pulida de las cosas.
Basta. No
quiere más la oreja, que su cuenco
rebalsaría y la mano ya no alcanza
a tocar más allá.
rebalsaría y la mano ya no alcanza
a tocar más allá.
Distraída,
resbala, acariciando
y lentamente sabe del contorno.
Se retira saciada,
sin advertir el ulular inútil
de la cautividad de las entrañas
ni el ímpetu del cuajo de la sangre
que embiste la compuerta del borbotón, ni el nudo
ya para siempre ciego del sollozo.
y lentamente sabe del contorno.
Se retira saciada,
sin advertir el ulular inútil
de la cautividad de las entrañas
ni el ímpetu del cuajo de la sangre
que embiste la compuerta del borbotón, ni el nudo
ya para siempre ciego del sollozo.
El que se
va se lleva su memoria,
su modo de ser río, de ser aire,
de ser adiós y nunca.
su modo de ser río, de ser aire,
de ser adiós y nunca.
Hasta que
un día otro lo para, lo detiene
y lo reduce a voz, a piel, a superficie
ofrecida, entregada, mientras dentro de sí
la oculta soledad aguarda y tiembla.
y lo reduce a voz, a piel, a superficie
ofrecida, entregada, mientras dentro de sí
la oculta soledad aguarda y tiembla.
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