ABEL ROBINO
STALKERIANA
A Horacio Castillo y César Cantoni
Nos acercamos tocando la bocina de los automóviles,
con alaridos de estadio, insultando como se debe
a un adversario que no conocíamos.
Nos acercamos a aquel lugar
inalterado, oscuro, insondable,
con la única intención de provocar a lo que allí vive,
y el horror nos heló la espalda,
ante aquella fuerza despabilada, echándose sobre nosotros.
Nos desbaratamos como pudimos.
Algunos recurrieron, para contarlo, al periodismo,
al pasaje donde un Sansón bíblico toma una quijada de asno
y arremete a hachazos contra los filisteos.
Pero la verdad es que nadie había visto
más que la cara de su propio miedo.
Todos los domingos volvemos a mirar aquel lugar desde lejos,
pensando que es posible morir felices;
quizá sea un estratégico lugar el más allá
donde se arenga sin voz,
donde se gesticula sin brazos,
donde se podría derrotar a lo invisible con lo invisible.
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου