FRANCISCO
MADARIAGA (1927-2000)
CELESTES OJOS
ITALIANOS
1
Margarita, ¡qué lejanos están el celeste,
el colorado, el verde, el amarillo!
Y tú, mi madre, en una tumba sin colores,
en medio de una provincia joyante:
vecina, en el cementerio, del viento que
se pudre en el corazón seco y negro de
ciertas familias.
¿Estarás cantando la canción que cantaban
tus celestes ojos italianos?
¿O estarás escuchando cómo canta mi corazón,
que fue la única maravilla en tu terror,
a los viejos gauchos bandoleros?,
y en tu fracaso?
2
Llueve para tus ojos el color de unas
invisibles esmeraldas,
y estoy, por segunda vez, cantando para ti,
junto a un mar salvaje y aldeano.
3
El resplandor de dos Países Natales encendió
el color -a veces verde- de mis ojos,
y deambulé,
condenando a los impostores de la poesía
con los sueños y poderes de las aguas,
brillando, desesperado, en mi amistad con los
gauchos más arcaicos,
y con pequeñas mujeres verdes de ojos dorados,
que me cantaban canciones en guaraní
y me transferían la sangre del cantar.
Margarita, ¡qué lejanos están el celeste,
el colorado, el verde, el amarillo!
Y tú, mi madre, en una tumba sin colores,
en medio de una provincia joyante:
vecina, en el cementerio, del viento que
se pudre en el corazón seco y negro de
ciertas familias.
¿Estarás cantando la canción que cantaban
tus celestes ojos italianos?
¿O estarás escuchando cómo canta mi corazón,
que fue la única maravilla en tu terror,
a los viejos gauchos bandoleros?,
y en tu fracaso?
2
Llueve para tus ojos el color de unas
invisibles esmeraldas,
y estoy, por segunda vez, cantando para ti,
junto a un mar salvaje y aldeano.
3
El resplandor de dos Países Natales encendió
el color -a veces verde- de mis ojos,
y deambulé,
condenando a los impostores de la poesía
con los sueños y poderes de las aguas,
brillando, desesperado, en mi amistad con los
gauchos más arcaicos,
y con pequeñas mujeres verdes de ojos dorados,
que me cantaban canciones en guaraní
y me transferían la sangre del cantar.
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