LUIS ALBERTO CRESPO
COSTUMBRES
Bajo el
cielorraso cargado de lluvias
están los
comerciantes y sus arreos de burro,
los de mercancías
que hacen dormir.
Dejan una vejez en
mis servicios,
y el polvero en los
puentes
llevándole a uno
las lejanías.
Trajeron una
guitarra. La vi quemándose en el patio.
Y caminar, caminar,
hasta el río
terminado en una piedra.
El agua me tiró
lejos. Más allá
se borraban colinas
y colinas.
Así toda la noche:
el cuerpo envuelto
en aceite,
en sábana blanca
un tiempo llevado
por las tejas,
a los quince años
de vivir
creyendo estar en
todas partes,
de querer ropas
para volar
y la luna me pasaba
silbando por la cara.
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