GONZALO
MILLÁN
NADIE
Las
calles están silenciosas
y
desiertas. Solamente cruzan
las
sombras de los árboles.
No
se oyen pájaros, bocinas,
ni
siquiera el motor inminente
de
un auto siempre aproximándose.
Los
ascensores, las escaleras
y
pasillos de los edificios, vacíos.
En
una cocina un charco
en
torno al refrigerador
que
deshiela
con
sus bandejas desnudas
y la
puerta abierta.
Conservada
en el hielo
no
hay más que una arveja
muy
pequeña, redonda y verde.
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