OVIDIO ORTEGA
ESCUELA FLAMENCA
La madre emparejando calcetines
frente al televisor,
y
una luz tenue
—entre amarilla y blanca
pero sin consistencia—
viniendo desde afuera
a esclarecer la cueva de la sala,
depósito de sombras.
A un lado su marido
con la pierna cruzada
y el aspecto cansino,
el rostro un tanto más iluminado
por las detonaciones de la tele
que estalla en sus imágenes.
El par en su rutina
dejando transcurrir las manecillas
hasta las nueve y media,
esperando la muerte en el sofá
con la mirada puesta ya en la nada;
en la pantalla, no en el noticiero,
en el tapiz y
no precisamente
en la pared,
y no en el revistero
sino en el monograma de la alfombra.
Las fotos familiares, los adornos,
las acuarelas, el piano arrumbado
por más de cuatro lustros
se adhieren al suspenso
de cuanto los rodea.
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