ANTONIO ALIBERTI
ABRÍ TODAS LAS PUERTAS
Abrí todas las puertas
y no había nadie
busqué por mil senderos
con mi sombra a cuestas:
¡ni yo mismo sé lo que
persigo!
Lloro,
y mi llanto no se ve;
pero yo lo siento animado,
lo llevo de la mano
como a un ciego.
Piso la tierra, ligero,
grito,
y nadie me escucha.
Mi grito es de muy hondo,
es viejo
muy viejo:
tiene la edad de mi raza.
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