ENRIQUE MOLINA
SIN NINGUNA DUDA
Los pasos se repiten sobre sí mismos y retumban tristemente en la oscurudad.
Las copas se han llenado de piedras.
¿Y quién cierra la puerta? Los escaparates
exhiben sólo pájaros muertos y diarios de otro siglo.
La ronca sirena de los barcos silba en el alma con el amanecer de las antípodas
pero apenas retumba en la cueva de la rata.
Siempre el mismo lugar, la misma lágrima.
Rostros que reflejan nada, mientras baila el verano y alguien vela
por ti sin saber para qué ni hasta cuándo.
¿Que te detiene en estos días perseguidos si no poderes del fondo de la
tierra...?
Una venda sin fin que todo lo envuelve a manera de una momia.
La hija preferida de la lluvia, tan lejana, te abre los brazos y puede
amarte, pero jamás alcanzarás sus labios.
Siempre temblarás en el viento susurrante que acuna el deseo, ante
la total belleza cegadora que asoma tras las cosas.
Los pasos se repiten sobre sí mismos y retumban tristemente en la oscurudad.
Las copas se han llenado de piedras.
¿Y quién cierra la puerta? Los escaparates
exhiben sólo pájaros muertos y diarios de otro siglo.
La ronca sirena de los barcos silba en el alma con el amanecer de las antípodas
pero apenas retumba en la cueva de la rata.
Siempre el mismo lugar, la misma lágrima.
Rostros que reflejan nada, mientras baila el verano y alguien vela
por ti sin saber para qué ni hasta cuándo.
¿Que te detiene en estos días perseguidos si no poderes del fondo de la
tierra...?
Una venda sin fin que todo lo envuelve a manera de una momia.
La hija preferida de la lluvia, tan lejana, te abre los brazos y puede
amarte, pero jamás alcanzarás sus labios.
Siempre temblarás en el viento susurrante que acuna el deseo, ante
la total belleza cegadora que asoma tras las cosas.
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